Ya es medianoche y quiero que salga el sol para saber de tu presencia y de tu sonrisa.


El lunes inicia la semana con su aire frío que alberga en sus ruidos citadinos la realidad lejana del paso de los días, y me transporta a un mundo alterno donde solo tiene lugar tu dulce y viva mirada.

Los martes, antes y después de cada café me gasto las horas pintando tu rostro en un cuadro imaginario que ni la más irracional de las miradas podría percibir. 

El miércoles muero de incertidumbre por conocer los pasos livianos y seguros de tu trasegar por la espesa maraña de concreto ¿a dónde vas con tanta prisa?

Los jueves me la paso reinventando mis suspiros buscando llamar tu atención, sabiendo que tus sentidos se encuentran tan distantes y tan distraídos con otros sonidos ajenos a mi presencia.


Los viernes en medio de fútbol y cerveza invades mi pensamiento cada vez más, porque me embriaga tu forma de ser, y más allá de pensar en tácticas en la cancha me invento cien formas de hacerte reír.

Se llega el sábado y sé que quizá te podré ver, añorando el sonido de tu voz y el rojo de tus labios.

Finalmente los domingos se te gastarán más los ojos, que quedan atrapados en un sueño interminable y caprichoso, mientras yo me mataré la cabeza tratando de adivinar ese mar de sueños que rondan tu imaginación.

De nuevo listos para el lunes, con el ánimo de sonreír, así que siempre valdrá la pena, porque al salir el alba despierto pensando en tu vida y al caer la noche cierro mis ojos pensando en tu amor.

Geovanny Orjuela

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