La investigación sobre el accidente del tren Madrid-Ferrol ha dado un importante giro al conocerse que la persona que llamó al maquinista fue el interventor y desde el propio tren. Una inoportuna comunicación que, en principio, no parece obedeciera a nada urgente: por qué línea tenía que entrar en Ferrol.
Francisco José Garzón se ha culpado todo el tiempo de su error pero en ningún momento se refirió a esa llamada y tampoco lo hizo el interventor que resultaría herido leve en el siniestro. Actitud incomprensible cuando la caja negra iba a revelar estos datos. Garzón ha acudido a la policía para identificar a su interlocutor, tras la información de la Cadena SER afirmando que la llamada se había hecho desde el propio tren.

En respuesta a El País, el interventor ha explicado que llamó al maquinista para que entrara por un vía que fuera más accesible a una familia con niños que tenía que apearse. Y que ocultó la llamada para no perjudicar al maquinista con quien le une amistad. Todo un poco extraño.

Cada vez resulta más evidente pues que no se puede entregar toda la responsabilidad de un convoy con numerosos vagones a la competencia de una sola persona. Que no es lo mismo que un autobús por el número de viajeros, aunque cada vida cuente. Que existen medios de control que no se aplican al Alvia. Que el diseño del trazado dejó una curva crítica tras una larga recta por “ahorrar”. O que el tren España cuenta con nombramientos políticos que no han demostrado estar a la altura de su responsabilidad, ni siquiera para dar explicaciones.

79 personas murieron hace una semana. Muchos heridos quedarán con secuelas. La incompetencia resulta a la larga muy cara.

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