Fuente: mdzol.com y elmundo.es

"Tengo una idea. Es una completa locura. Y además es imposible. Estoy pensando en robar una caja fuerte llena de piedras lunares". Parece un cuento chino o una historia de Hollywood- y muy probablemente lo termine siendo- , pero es una cita real, palabras del joven Thad Roberts, que con 25 años asaltó imprevistamente la caja fuerte de la NASA en Houston junto a su novia y otra ilustre becaria para venderlas al mejor postor.

A Rebecca, su romance de aquel entonces, le quiso regalar la Luna, literalmente, un arranque pasional con el que vislumbró la forma de cumplir con sus metas mucho antes de lo previsto, uno de los genios seleccionados por la NASA para uno de sus programa de élite, y que tramó durante meses el atraco más audaz en la historia de la institución. Consiguió llevarse una caja fuerte encriptada en un mar de códigos que supo descifrar en un motel cercano.

El cómo y el cuándo, y el inevitable desenlace de un joven con la cabeza en la luna, lo ha recogido en un extenso relato novelado Ben Mezrich, el hombre que escribió sobre ’Los billonarios accidentales’ y que se acabó convirtiendo en el guión de ’La red social’, la cinta de David Fincher sobre Mark Zuckerberg y particular invento, Facebook.
Un libro documentado

’Sex on the Moon’, puesto a la venta en Estados Unidos hace unos días, es un trabajo de investigación basado en cientos de documentos presentados durante el juicio a Roberts, además de una gran cantidad de entrevistas, una de ellas con el protagonista del golpe.

Y aunque el final es del dominio público, Mezrich se recrea en los detalles de una historia de sexo, amor y picaresca para hacerse con un tesoro de valor incalculable. Roberts soñó con 100.000 dólares para montar su propio laboratorio y el FBI lo tasó en 32 millones.

Dentro de esa caja, los ladrones se encontraron con 101 muestras lunares de los seis viajes del Apollo, incluyendo el primero de Neil Amstrong y Buzz Aldrin en julio de 1969. Trataron de vender las rocas lunares, pese a ser ilegal el siquiera poseerlas, pero se toparon con un científico belga que contactó al FBI al sospechar que algo raro estaba pasando.

Roberts fue condenado a ocho años en una prisión federal, el único reo que pudo presumir de haber hecho el amor en la Luna. Fue en sentido figurado claro, porque cuando robó las rocas, las esparció por la cama y se relacionó con su novia para celebrar la hazaña. Lo dicho. Es y acabará siendo una película.

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