Que ésta no se trata de una cuestión menor nos queda claro cuando descubrimos la enorme cantidad de estudios e investigaciones relacionados que se han producido a lo largo del tiempo. Aunque con variables en algunos casos apreciables lo cierto es que la tendencia generalizada de estos estudios es afirmar que, efectivamente, la música afecta a la productividad si se escucha mientras se trabaja y además lo hace de manera positiva.


El último estudio que hemos conocido al respecto se lanzó hace tan sólo una semana y fue llevado a cabo por Mindlab Internacional arrojando algunos datos muy interesantes.

En general el estudio concluye que la productividad es mejor y aumenta en el caso de las personas que escuchan música mientras desarrollan su labor profesional, de hecho, estos datos ascendían hasta el 88% de los individuos participantes en el estudio, lo cual sin duda es una cifra muy elevada de personas en las que escuchar música influye positivamente en su productividad. No sólo desde el punto de vista de la calidad del trabajo, también en la velocidad del desarrollo, de hecho, el estudio afirma que el 81% de las personas que escuchan música mientras trabajan completaron sus tareas más rápido que los que no escuchó música.

El estudio seguía profundizando en cuestiones como por ejemplo la música clásica resultó ser la más eficaz cara a la mejora de los resultados de la prueba asociada al estudio, y claramente mejor cara a la resolución de problemas matemáticos con un 73%, mientras que, las pruebas de corrección aumentaban prácticamente un 20% de promedio en velocidad en las personas que escuchaba música de baile. Mientras que, con el resultado más rotundo, al escuchar música ambiental o de fondo el  promedio de efectividad en lo relativo a la gestión y tratamiento de datos subía hasta el 92%.

Esto nos transporta un escenario en el que prácticamente estamos hablando de cifras del 90% en lo que a influencia positiva al escuchar música trabajando se refiere lo que nos vendría a decir que estamos ante una herramienta de gestión verdaderamente importante y que tal vez no se encuentra hoy en día tan utilizada como debiera… aunque por supuesto hay matices.

Este escenario aparentemente tan perfecto para la relación entre la música y la mejora de la productividad realmente no lo es tanto. Si bien el estudio al que nos hemos referido antes resultaba muy optimista, no es ni mucho menos el único y nos encontramos con otros que nos plantean también escenarios conocidos no tan positivos. Por ejemplo, cómo influye la música en los niveles de concentración a la hora de absorber y retener nueva información. Según diversos estudios relativamente modernos, el coste de de llevar a cabo tareas complejas de absorción, procesamiento y retención de nueva información era superior desde el punto de vista del esfuerzo para aquellas personas que escuchaban música sobre las que no lo hacían.

El punto de partida de esta teoría es relativamente simple, ya que la música necesita atención incluso cuando estamos hablando de sonidos indirectos o no explícitos, atención que se desvía en este caso de los niveles de concentración necesarios para la gestión cerebral de la información.

Donde sí encontramos muchos estudios coincidentes es en relación a la influencia de la música en actividades de repetición, por ejemplo, cara a actividades mecánicas del trabajo físico la música se muestra como un estímulo poderoso que además influye en el estado de ánimo las sensaciones generales mejorando el rendimiento y la productividad. Esto se puede también perfectamente llevar otros entornos como por ejemplo el trabajo en oficinas, donde existe una parte importante de trabajo relacionada directamente con actividades repetitivas cuyo nivel de concentración no es elevado.

Generalmente a medida que avanza la necesidad de concentración y necesidad de generar ideas concretas a partir de dicha concentración, disminuye la eficacia de la música en general y de estilos muy concretos en particular; por ejemplo la música no instrumental en el idioma de la persona que la escucha.

Mejor sin letra

Donde también encontramos muchos puntos de coincidencia es en el hecho de valorar la música sin letra, es decir la música instrumental, como más beneficios al general para la productividad del trabajo. El hecho de escuchar la letra de una canción, aunque sea de manera secundaria sin prestar atención aparente, obliga a un trabajo doble de comprensión al cerebro, lo cual, el las tareas que exigen mayores niveles de concentración, como indicábamos, resulta poco adecuado.

Sin embargo, existe una ligera excepción ya que, la música conocida, aquella que somos capaces de identificar de manera inmediata, independientemente de incorporar partes vocales o no, nos resulta más sencilla de procesar y nos exige menor nivel de atención.

 En resumen

Efectivamente la música puede ser un elemento de mejora de la productividad, sin embargo, dependiendo de las tareas o responsabilidades no responde del mismo modo. En cualquier caso, si tuviéramos que destacar un estilo musical por encima de otro que pudiera acercarse lo máximo posible a todas las condiciones de las que hemos hablado, esta sería una música instrumental, que sirva del mismo modo para la concentración que para las tareas repetitivas… sí, probablemente hayamos pensado en lo mismo; la música clásica.

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