Amor, odio, alegría, tristeza... ¿Qué tipo de sentimientos publicamos en nuestras redes sociales? ¿Mostramos lo que queremos o realmente lo contamos todo?
Viernes por la mañana, llegas a la oficina, enciendes el ordenador y lo primero que haces es entrar en tus redes sociales, ¿qué pongo hoy? Cada día nos atrevemos más a poner cómo nos sentimos, contar nuestras emociones y sobre todo, compartir con conocidos y desconocidos todo lo que se nos pasa por nuestra cabeza.
Hace algún tiempo se lanzó una noticia en The Guardian donde se hablaba de las emociones. Varios investigadores de la Universidad de California en San Diego, analizaron entre más de mil millones de actualizaciones en Facebook el tipo de mensajes que la gente publicaba a lo largo del día encontrandos que los mensajes negativos tienen un efecto dominó y que se contagiaban haciendo que otros mensajes de personas allegadas también sean de lo más pesimistas.
Este efecto, no se limitó solo a emociones negativas, sino también, a las positivas. Cuando una persona publica un mensaje feliz es mucho más contagioso que si este es triste. Sin duda, el paradigma está cambiando. ¿Qué nos está pasando? ¿Necesitamos esa pequeña aprobación de nuestros “amigos” en Facebook para contarles cómo nos sentimos? ¿Somos más de hablarle a un pequeño muro que de contar como nos sentimos a otras personas? ¿Hemos perdido esa necesidad de ver a las personas de carne y hueso?
Está claro que las redes sociales forman parte de nuestra vida, la han cambiado, y han hecho que de forma casi inconsciente repasemos continuamente las actualizaciones de nuestro timeline, notificaciones y noticias. Interactuamos con nuestros amigos y familiares, y es como si les sintiéramos más cerca. Esta nueva forma de comunicarnos ha creado todo un nuevo escenario que nos deja expuestos en todo momento a todo tipo de información. Twitter, Instagram, LinkedIn y, sobre todo, Facebook, hacen que estemos conectados en todo momento, y que no solo aceptemos en nuestro círculo a personas que conocemos, sino que ampliemos esa red de contactos hacia conocidos, antiguos compañeros de clase o de trabajo y hasta desconocidos que por un motivo u otro, hemos decidido seguirles.
Como resultado tenemos un espacio en el que cada vez tenemos menos control de todo lo que pasa. Los contactos se masifican y creamos un nuevo escenario de comunicación basado en la inmediatez y en el continuo flujo de contenidos de personas con las que apenas tenemos ningún tipo de interacción directa.
Se ha dicho mucho en estos últimos meses sobre cómo va evolucionar todo esto en cada uno de nosotros, el impacto emocional que este tipo de herramientas puede provocarnos, y sobre todo, ese impacto negativo que puede tener en nosotros una red social cuando tenemos la autoestima baja. Para muchos de nosotros, las redes sociales han dejado de ser solo un medio para interactuar con la gente cercana, para convertir todo esto en una herramienta de marketing personal. No te pones a subir información negativa, ni fotos en las que sales horrorosa, sino que lo que quieres, es mostrar al mundo lo feliz que eres y lo bien que te van las cosas, si no, no mola.
Y amigos, no es todo tan maravilloso como parece, aunque las redes sociales nos tengan obnubilados, hay mundo allá fuera y ya es hora de que dejemos de satisfacer nuestro ego, y como ocurre con otras tantas cosas, las redes sociales pueden sernos beneficiosas o perjudiciales en nuestra vida personal dependiendo de cómo las utilicemos; de la importancia que decidamos darles.
Evita que sean tu quebradero de cabeza, establece tus límites y saca de ellas todo el buen partido que necesites. Internet y todo este mundo online son una herramienta que más que hacer nuestra vida más complicada, debería enriquecerla, recuérdalo.
Vía 40defiebre.com
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