Cien millones de seguidores de Jesucristo sufren por su credo en 50 países del mundo. Las matanzas contra estos creyentes en estados musulmanes se han convertido, advierten, en un fenómeno en alza y un feligrés muere ya cada hora
Fuente: abc.es

La noticia, triste noticia, es que la muerte violenta de un cristiano por el mero hecho de serlo ya no lo es. No salta a la actualidad, no sacude, no remueve, no conmueve. Quien denuncia es Javier Rupérez, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, que publica un interesante estudio en el último número de Papeles FAES y que lleva por título «La persecución de los cristianos en el siglo XXI». Se habla mucho todavía de persecución sexual, política y racial, pero... ¿se aborda suficiente la religiosa? Y dentro de esta insidia, ¿se conocen datos como que en la última década se han producido 10.000 asesinatos al año de cristianos en razón a su credo? La estadística, aunque fría, se traduce en la estremecedora realidad deun cristiano muerto cada hora del último decenio. Hay instituciones, como el Centro para el Estudio de la Cristiandad del Seminario Teológico Gordon Conwell situado en Massachusetts, que multiplican ese dato por diez. 

Rupérez, miembro del Patronato de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, parte de varios sucesos acaecidos en este lustro más reciente y que sí tuvieron «la fortuna» de recalar en las primeras planas de los rotativos e informativos: la matanza en 2008 en el Estado indio de Orissa, donde los ataques contra la población cristiana local por parte de la formación nacionalista hindú «Vishua Hindu Parishad» cercenaron la vida a 57 personas, la mayoría de ellas quemadas vivas. Mientras, decenas de mujeres eran violadas ante la mirada atónita del mundo. 50.000 ciudadanos que profesan la fe del Evangelio de Cristo en este lugar huyeron a otro lugar para no correr la misma mala suerte.

En 2010, en uno de los mayores infiernos del planeta para un católico como es Irak, se produjo una matanza a manos de la organización afiliada a Al Qaida, «El Estado Islámico de Irak», que para desalojar del país cualesquiera otra creencia que no sea la musulmana asaltó una iglesia y mantuvo como rehenes a decenas de fieles cristianos. Los atacantes se inmolaron con cinturones explosivos para acabar con su vida, a la vez que lo hacían con la de 52 personas más.

Y, en tercer lugar, recuerda la de septiembre de 2013 cuando en Nigeria la organización islamista radical «Boko Haram» (cuyo nombre se traduce como «la educación occidental es un pecado») dejó un reguero de sangre en una población del nordeste del país africano. Se encontraron 142 cadáveres de personas de confesión cristiana. Uno días después ardían más de cien casas de la misma localidad.

Las preguntas al recorrer este manto de dramáticos hechos son obvias: ¿su delito? No se les conoce otro que creer y seguir a Jesucristo, dicta Rupérez en este estudio. «Estaban estigmatizados a los ojos de sus asesinos: eran cristianos y a tales efectos daba lo mismo que la obediencia fuera a la Iglesia latina de Roma, a la asiria de Bagdad o a otras ramas en las que se diversifica el protestantismo», completa. ¿Las motivaciones? «Estas muestras de vesania anticristiana encuentran su asiento en países y regímenes que tienen el ateísmo por creencia estatal y la persecución religiosa como norma», reseña el autor de este exhaustivo trabajo. Las aspiraciones para asesinar a cristianos suelen ser dos: se quiere eliminar otra forma de culto religioso que no sea la islámica o hinduista o, al menos, desplazarla, erradicarla de un lugar y mandarla a otro. Si no se consigue, al menos se pretende «limitar los ritos cristianos y colocar al cristianismo en un nicho de incomodidad».

Lugares del crimen

¿La moraleja? El autor de estos papeles alerta al mundo de que no se trata de hechos puntuales, sino que lo enmarca en una tendencia global, generalizada (lo que precisamente la condena al ostracismo y la indiferencia del respetable) que «no debe ser entendida como una manifestación aislada o insignificante», porque ya recorre el mapamundi de extremo a extremo. A este respecto, realiza un recorrido por los lugares del «crimen», aquellos donde la persecución a los católicos está siendo más acuciante. De la mano del informe del Congreso de los Estados Unidos sobre la libertad religiosa internacional o «International Religious Freedom Act» fechado este año dictamina que son especialmente preocupantes los estados que integran esta lista: Birmania o la antigua Myanmar, China, Egipto, Eritrea, Irán, Irak, Nigeria, Corea del Norte, Pakistán, Arabia Saudí, Sudán y las exrepúblicas postcomunistas del área soviética, además de Vietnam, Afganistán, Cuba, la India, Indonesia y Laos. Sorprende que en otras tablas que maneja se introduzca un país de tradición netamente católica, como Colombia.

En todos los países citados se identifica «la blasfemia» como la forma penal de condena (incluso a muerte) para todos los que osen manifestarse en público a favor de una convicción diferente a la «oficial» del país, que suele coincidir con el islam. También prohíben, coartan y controlan la práctica de religiones distintas a la islámica, incluso en privado.
Un éxodo de proporciones bíblicas
Sirva el dato que desglosa el especialista: en Irak, el éxodo de los cristianos ha mutilado a la población cristiana de 1,4 millones en el año 1987 a menos de medio millón en 2011. Con un evocador juego de palabras, Rupérez pone el foco en que la diáspora en este lugar donde «se establecieron los cristianos poco tiempo después de la muerte de Jesucristo y desde luego mucho antes del establecimiento del islam en la región ha cobrado proporciones bíblicas». Se intenta « borrar su rastro de la faz de la Tierra con el designio criminal», establece.

Los expertos tampoco albergan dudas de que si hay un lugar que representa la pesadilla religiosa ése es Corea del Norte. El estudioso de este fenómeno persecutorio lo retrata de una forma muy gráfica: este país «se ha convertido en un gigantesco "gulag" sin salida para cualquier ciudadano que asome una brizna de disidencia». 

De la lista que confecciona Open Doors (una organización americana protestante dedicada al seguimiento de este acoso a la fe en el mundo) se incluye a 50 países del globo donde se persigue a los cristianos; en 39 de ellos la población es mayoritariamente musulmana y se rigen por la «sharia» como ley estatal. Cabe preguntarse, advierte el escritor, si con sus malas artes contra los cristianos se busca ganar adeptos a su causa particular. 

En otras cifras que dibujan el mismo hecho, en la actualidad el 75% de la población mundial está viviendo en países con serias restricciones al ejercicio de la libertad religiosa y cien millones de cristianos (el 5% del total) padecen persecución en esos países. Otra entidad, la ONG Society for Human Rights de Fráncfort, calcula que el 80% de la discriminación religiosa en pleno siglo XXI se enfoca contra los cristianos.

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