Se
disputaba el partido entre Estrella Roja y el Borusia, el local debía imponerse
para pasar a la final de la Champion, solo faltaban 15 minutos para culminar el
juego y el marcador se encontraba igualado sin goles.
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Luisao
tenía la esperanza de entrar a la cancha, sus 12 años de trayectoria en el
fútbol le daban la gran chance de poder volver a brillar con sus gambetas y sus
goles después de una grave lesión que lo había relegado de la competencia
durante varios meses.
Por
su cabeza rondaban varios momentos, en especial ese fatídico 5 de mayo, precisamente
cuando su carrera pasaba por su mejor momento. El estadio estaba lleno y su
equipo a las puertas de conseguir un título esquivo después de varias décadas,
un balón que es salvado por el arquero rival y cuando Luisao entra a rematar
para desbordar la alegría de miles de hinchas presentes en Belgrado, el defensa
entrando con una fuerza desmedida impacta su tobillo propiciándole una lesión
de peroné.
Un
duro golpe que su vida no esperaba, el dolor intenso de su desafortunado
incidente sumado a la pérdida del campeonato, dejaba en el alma del delantero
un profundo desencanto. Los meses siguientes de recuperación fueron lentos y
difíciles, pero atenuados y apacibles con la ayuda de su familia.
Después
de seis meses volvió a los entrenamientos alentado por la voz de sus compañeros
e hinchas que le sirvieron para trabajar muy fuerte para volver a ser lo que
era antes, pero parece que las cosas habían cambiado, su juego no siguió siendo
como en aires anteriores cuando sus piernas era una danza rítmica que ponía al
balón en sincronía con sus pies y canalizaba esa armonía en goles.
Al borde del retiro
Así
que de ser protagonista de su equipo y de la liga, Luisao pasó a familiarizarse
poco a poco con el banco de suplentes, ese sillón frío y vacío al cual no
estaba dispuesto a soportar en esta etapa de su carrera pero que al final tuvo
que aprender a tolerar.
Imagen: escritoresporlatierra.org
Empezaron
a pasar muchas cosas por su cabeza, las añoranzas de tiempos lejanos, cuando
sus goles engalanaban de euforia las graderías, cuando levantaba copas año tras
año, cuando los periódicos lo mostraban en sus portadas con su risa tan característica,
esa que iluminaba su rostro y dejaba entrever una llama de victoria inacabable.
Pero
hoy las cosas eran distintas, al parecer todo había acabado, el ocaso de su
carrera estaba a la vuelta de la esquina. Así que era hora de adelantar su
salida del fútbol y guardar los guayos para siempre.
La luz al final del túnel
Un
buen día cuando Luisao estaba alistando todo para anunciar su retiro, lo llamó
su representante para anunciarle que el domingo, en el partido en el que su
equipo se medía ante el Borusia, uno de los históricos del fútbol aleman, allí
iba a estar presente un empresario que lo podría llevar a una liga de renombre
y así revivir su carrera.
Aquella
semana Luisao puso todo su empeño en los entrenamientos, volvió a correr como
hace mucho no lo hacía, recorrió toda la cancha como cuando estaba iniciándose
como profesional. Esa actitud le valió para volver a marcar goles y tener la
chance de ser tenido en cuenta para el encuentro definitivo.
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Llega la hora de la verdad y otra decepción
Hasta
que por fin se llegó el momento decisivo, el equipo saltó a la cancha en medio
de cánticos, papel picado y miles de bengalas, los 11 hombres pisaron el césped
del estadio capitalino, pero allí no figuraba Luisao, quien tuvo que resignarse
a ver el partido de nuevo desde el banco.
La
rabia y la impotencia se manifestaban en su mirada, su última oportunidad se
estaba convirtiendo de nuevo en una decepción, de seguro serían los 90 minutos
más eternos de su vida.
Transcurría
un partido intenso en el que los dos equipos no querían regalar nada, cada
jugada era un balón muy disputado donde cada jugador exponía todo su esfuerzo y
capacidad.
Así
terminó el primer tiempo donde el marcador seguía sin anotaciones para ambos
bandos, el técnico hizo sus apreciaciones, dio las respectivas instrucciones a
su onceno y decidió no realizar ningún cambio.
Luisao
en ese momento lo único que deseaba era irse muy lejos de aquel lugar donde
estaba agonizando lentamente.
El
0-0 seguía predominando en un partido muy accidentado donde el árbitro no había
hecho otra cosa que sacar tarjetas amarillas. El DT del Estrella Roja ya había
hecho dos cambios y miraba al banco las posibles opciones para los últimos
cinco minutos.
El desconcertado
goleador ya había perdido las esperanzas y solo atinaba a cruzarse de brazos
para esperar el pitazo final del juez convencido de que el empresario ya habría
abandonado el escenario.
La gran oportunidad
“Luisao no te duermas, calienta rápido, que
esto lo tenemos que ganar”, fueron las palabras que pasaron como un corrientazo
por todo su cuerpo al número 25 del Estrella Roja, así que de un salto brincó
del banco y comenzó a correr de entusiasmo.
Sólo
faltaban 10 minutos, instantes definitivos para su vida. El árbitro sancionó un
tiro libre para los rojos, Luisao estaba en el área muy atento, el balón se
elevó por los aires y al bajar el veterano delantero alcanzó a interceptarlo,
pero su disparo salió por pocos centímetros cerca al arco.
En
el piso el brasilero se lamentaba, en ese instante el juez determinaba que solo
quedaban tres minutos por jugar, una noticia poco alentadora.
Un minuto para la gloria
El
arquero del Borusia hizo el saque y el partido siguió su rumbo así como el reloj,
a un minuto del final un pelotazo enviado por la defensa del Estrella Roja a
terreno del rival fue la oportunidad para que Luisao recorriera como un
maratónico atleta los 100 metros planos, el balón ya iba a traspasar la última
línea y el delantero en una acrobática acción logró contener la pelota, amagó
al defensa, pero éste le cometió falta, de esta forma se generaba la última
chance para los locales.

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Luisao
le quedaban segundo solamente para pasar del infierno al cielo, de esta forma
se ubicó en el segundo palo, quizá por premonición, quizá una fuerza divina lo
colocó allí, el árbitro hizo sonar su silbato y el balón se suspendió en el
aire, parecía que el tiempo se había detenido, pero los ojos del suramericano
seguían lenta y detenidamente el recorrido de la esfera blanca.
Se
elevó con todas sus fuerzas superando a los defensas que hacían dificultosa su
maniobra y como hacía años no ocurría, cerró sus ojos, solo sintió el leve
golpe del balón, presagió entonces que iba a estallar de emoción, pero cuando se
hizo luz de nuevo su vista, observó que ese desdichado ‘cuero’ lleno de aire
había pegado en el palo.
Desgraciadamente
allí quedarían echadas a perder sus esperanzas, pero inesperadamente como un
boomerang la pelota regresó a su humanidad, como pidiéndole perdón y jurándole
que nunca más lo iba a desilusionar, así que Luisao lleno de ansiedad conectó
con su pie derecho el balón y de un solo grito vio como éste acariciaba la
malla del arco.
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