Los hombres, al contrario que vosotras, sentimos el paso de las horas en nuestro mismo rostro. La barba crece y en cierto modo nos pica el transcurso del tiempo, lo cual nos vuelve más conscientes del instante presente.
Fuente: blogs.20minutos.es
Algunos hombres se afeitan cada mañana en un intento de rasurar su tiempo, de contenerlo. Y al limpiar la cuchilla bajo el grifo, esos posos de tiempo que el agua arrastra acaban colapsando el sumidero. De hecho, siempre he pensado que los fontaneros son filósofos encubiertos (aunque ellos no lo sepan).
Otros lucimos barba de dos días y nos recortamos la barba cada dos días para que siempre parezca una barba de dos días y al vernos ante el espejo pensemos eso mismo, que la vida son dos días.
Luego están los que lucen patillas o perilla o bigote, que juegan a tunear el tiempo. O los sabios con sus largas barbas. Esos viven por encima del tiempo. Arrastran los posos de sus horas como si el cerebro supurara experiencia a través del colador de la piel. O los de barba o bigote postizo, que son ladrones de tiempo.
Todos, en fin, gestionamos nuestro tiempo de un modo u otro. Y se nos nota.
Las mujeres, sin embargo (y por motivos obvios), son atemporales.
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