Sorprendente, ¿no es cierto?. Esto lo afirma el Dr. Ocar Sans en su charla
sobre el sueño. Según la Unidad Valenciana
del Sueño las repercusiones de los trastornes del sueño en el niño le
afectan a él mismo, a los padres y a la familia.
No es infrecuente observar a uno de estos padres falto de sueño, que precise una
alarma de despertador cada vez más potente, que si algún día su hijo no le
despierta se quede dormido mucho más tiempo, que cada vez tome más café, té o
colas, que necesite cada vez más las siestas y éstas sean más largas, que si
conduce más de una hora se encuentre somnoliento y agotado, que se duerma viendo
la televisión, que le digan que le encuentran más irritable... Son, simplemente,
algunas de las consecuencias de la falta de sueño debido a que ésta afecta la
actividad cerebral, alterándose la memoria, el lenguaje y los procesos de
solución de problemas. Esta falta de sueño se acumula, y en ocasiones puede
suponer alteraciones en el estado de ánimo y decaimiento de la eficacia del
sistema inmunitario (en niños que pierden más de 3 ó 4 horas de sueño al día de
manera continuada).
Al igual que los adultos, los niños con falta
de sueño también sufren unas consecuencias en sus funciones cognitivas, motoras
y emocionales. Todo ello se refleja en que el niño está malhumorado, rinde menos
en la escuela en proporción directa con la tarea que debe realizar. Normalmente
ante la falta de sueño aumenta la irritabilidad y la impulsividad, lo que hace
que los padres llamen la atención continuamente al niño por su mal
comportamiento, perdiendo así su autonomía y mostrándose más oposicionista y con
menos tolerancia a la frustración, lo que provoca una situación límite que
altera el entorno familiar. Además disminuye la atención y el autocontrol,
necesitando más esfuerzo y motivación para realizar las tareas.
Curiosamente los niños en edad escolar no
muestran somnolencia ante la pérdida de sueño en períodos cortos de tiempo. En
cambio, su carácter se vuelve extraño para los padres porque pueden
tener:: irritabilidad, inquietud, baja tolerancia a la frustración, déficit de
atención, disminución del rendimiento escolar, fracaso escolar, apatía, síntomas
depresivos, cefaleas, accidentes.
La inquietud y la irritabilidad hace que los
padres estén todo el tiempo encima de los niños llamándoles la atención por su
“mal comportamiento”, que éstos se muestren más oposicionistas y toleren mal
tanto las negativas de los demás como no conseguir los planes que tuvieran
previstos, que no se conformen y lleguen a provocar situaciones límites...
alterando de esta manera el medio familiar. Por otro lado se producen “lapsus de
atención” y “déficits” en la misma lo que afecta directamente al rendimiento
escolar, disminuyéndolo. La disminución del rendimiento escolar puede llevar a
un fracaso escolar y a largo plazo esto puede generar en los niños:
- apatía y desinterés por los temas escolares por el esfuerzo mental que suponen, y como consecuencia evitar y/o rechazar las tareas escolares pudiendo incluso abandonar los estudios
- frustración e impotencia, desmoralizandolos y desmotivándolos, lo que puede influir en su autoestima e incluso degenerar en síntomas depresivos.
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