Fuente: territoriocreativo.espor José Luis Rodríguez
La estructura vertical de la información se ha roto. Hoy, gracias a Internet, millones de personas pueden producir, distribuir y acceder a toda clase de contenidos sin necesidad de intermediarios.
Las Redes Sociales son clave en este fenómeno. Facebook, Twitter o Linkedin –las tres herramientas más conocidas a escala planetaria- se han convertido en canales alternativos de colaboración, de participación y de control ciudadano. Lo curioso de estas plataformas es que, pese a ser concebidas inicialmente como negocios, en poco tiempo han logrado también impulsar auténticos procesos de empoderamiento social, de toma de conciencia colectiva y de reflexión democrática.
Su éxito: la cercanía, la confianza en el otro, la transparencia… y el “fracaso” de los medios tradicionales de comunicación.
El reto, a tenor de las conclusiones del reciente encuentro sobre Comunicación y Desarrollo: nuevos escenarios, organizado en Santander por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP), la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) e Inter Press Service, es conseguir que el Sur sea protagonista de ese cambio de modelo.
No hay duda, y así coinciden casi todos los actores interesados –desde periodistas hasta gestores públicos y miembros de Organizaciones No Gubernamentales para el Desarrollo (ONGD)-, de que el actual orden informativo, lejos de ofrecer soluciones a los desequilibrios denunciados ya hace treinta años (Informe McBride), sigue agrandando las diferencias sociales y económicas mundiales.
Así lo prueba, por un lado, la concentración masiva y acelerada de medios en manos de un reducido número de empresas (gráfico de Ernesto Díez respecto a España), que está ejerciendo sobre los gobiernos nacionales una presión cada vez más asfixiante y socavando su legitimidad y la del resto de instituciones democráticas. África, Asia y América Latina han sido, durante decenios, el campo preferido de estas prácticas.
Por otro lado, es evidente que la creciente banalización, simplificación y empobrecimiento de los contenidos que se ofrecen a través de la radio, la televisión o la prensa (ya sea impresa o en la Web) están construyendo una imagen paulatinamente más irreal y desconectada del mundo.
Como explicaba Rosa María Calaf, en la calculada y organizada comunicación moderna parece ya más importante el protocolo que rodea a un ministro que el contenido mismo de su comparecencia.
En opinión de Roberto Savio, todos estos elementos forman parte de una estrategia más amplia y profunda de “deconstrucción global”. Sus primeras consecuencias serían, básicamente, la generación de nuevas incertidumbres mundiales, el aumento de la desconfianza en el entorno –y en los propios medios-, el individualismo como medio de supervivencia social y la inacción del pensamiento crítico.
Ahora bien. Ese mismo escenario es, casi de forma paradójica, el que está facilitando el éxito la Web como fuente de información alternativa y el que está promoviendo el triunfo del ciberactivismo como instrumento de sensibilización y de movilización pública.
El Social Media emerge, así, en mitad de una emergencia informativa internacional como potencial aliado de los auténticos olvidados de nuestro tiempo: las personas (The Humans Group).
En particular, estas redes están favoreciendo tanto en el Sur como en los múltiples “sur” que conviven en nuestro actual Norte la aparición de intensos procesos de empoderamiento social dentro de ecosistemas digitales abiertos y poliédricos.
Son complejos y potentes porque:
Agrupan a actores multisectoriales (públicos y privados; profesionales y ciudadanos), como los que participan a través de la red de cooperación Facecoop.
Piensan globalmente y pueden ubicarse en países distintos, si bien orientan sus esfuerzos a situaciones y contextos específicos (geográficos o sociales). Por ejemplo, el movimiento indigenista en América Latina o la creación de aplicaciones tecnológicas para el desarrollo en África (Apps4Africa).
Actúan de forma horizontal, no jerarquizada, para compartir el conocimiento y fomentar el autoaprendizaje. Un ejemplo claro de red cooperativa es N-1, la plataforma social open source que utiliza el movimiento 15M. Otro modelo es, en España y en el ámbito de la salud, el del Observatorio para la Seguridad del Paciente y la Red Ciudadana de Formadores en Seguridad del Paciente.
Mantienen una presencia estable en la Red aunque pueden nutrirse de complicidades puntuales. En materia de Derechos Humanos y Libertad de Expresión destacan, al respecto, plataformas como Periodismo Humano o Global Voices Advocacy.
Imagen: Coordinadora de ONGD-España
En conjunto, estas visiones interconectadas ayudan al proceso de empoderamiento desde, al menos, las siguientes áreas:
1. El acceso a la información. Las Redes Sociales no sustituyen al periodismo. Lo complementan. La diferencia es la que destaca Antoni Gutiérrez-Rubí: ahora son las personas las que asignan el valor a las informaciones en función de la calidad y de la relevancia percibidas.
Es decir: son los ciudadanos organizados en la Red, dentro de microsegmentos de opinión o de comunidades de interés, los que conforman la nueva agenda 2.0. Como en el caso de las “wikirevoluciones” árabes (Manuel Castells), fraguadas mano a mano entre la televisión catarí Al Jazeera y Facebook, las personas conectadas masivamente a través de la Web se han demostrado excepcionalmente eficaces para mostrar historias humanas, para ilustrar o dar testimonio de la injusticia allá donde los periódicos no llegan… o no quieren llegar (hoy en Kenia hay apenas un puñado de cuatro o cinco corresponsales. En 1976, había más de setenta).
2. La transparencia y la rendición de cuentas. No sólo se trata de fomentar la apertura de datos de las instituciones, en línea con los esfuerzos, por ejemplo, de Naciones Unidas (data.un.org) y el Banco Mundial (data.worldbank.org) respecto de los principales indicadores internacionales. Las propias comunidades de usuarios vinculadas con la cooperación proponen también crear “estándares sobre la información de la ayuda al desarrollo que debe ser publicada por las organizaciones y países donantes” (Acces Info) con el fin de asegurar su legitimad y apoyo ciudadano (Coordinadora de ONGD-España).
3. La autoconfianza frente a la estigmatización. Dolores Reig, una de las más interesantes propuestas de la blogosfera española, nos insiste en el valor de los nuevos medios sociales para la construcción de una identidad individual y comunitaria más honesta, confiada y constructiva. “La construcción de identidad implica el triple desafío de confiar en uno mismo, en otros y también en la sociedad” (Zygmunt Bauman).
4.La movilización positiva. En este sentido, es fundamental que las redes, en palabras de la profesora María Luz Ortega, “eduquen ciudadanos” y eviten, así, que la cooperación se reduzca a un “altruismo indoloro y a una solidaridad a la demanda”.
Las barreras son múltiples y complejas. Pero no hay duda de que Internet y las Redes Sociales están llamadas a convertirse en ese “Quinto Poder” necesario para conformar una nueva ciudadanía mundial, ofrecer alternativas para el cambio, construir una sociedad más justa, responsable e igualitaria…
Lo importante, en todos los casos, es acometer aquello que nos pide Ignacio Ramonet:
“Debemos dejar de ser globalizados para ser libres“.
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