Fuente: xatakaciencia.com
Sergio Parra

La idea de que la gente religiosa es especialmente altruista y da a quien lo necesita está tan enquistada en nuestra cultura que nadie la cuestiona. Sin embargo, hay una serie de investigaciones que ponen en duda si ese altruismo es tan generalizado como parece.

En la década de 1970, el psicólogo Gordon Forbes, de la Universidad de Milikin en Illinois, realizó un curioso experimento para valorar el grado de altruismo de diferentes confesiones religiosas. Para ello, sus ayudantes dejaron caer cartas cerradas y sin sellos de correos en los portales y aparcamientos de las iglesias liberales, conservadoras y católicas. En las cartas solo ponía que iban dirigidas al Sr. y Sra. Fred Guthrie.

Alrededor del 40 % de las cartas fueron reenviadas de cada una de los tres tipos de iglesias.

Ninguna de las cartas llevaba el sello de correos, de manera que las personas que los recogían se enfrentaban a una alternativa. Podrían poner un sello en la carta o echarla en un buzón, o enviarla a pagar en destino. Los católicos y los liberales superaron el estudio pareciendo más generosos, colocando sellos de correo en el 89 por ciento y el 87 por ciento de los sobres, respectivamente. Sin embargo, sólo el 42 por ciento de los feligreses de las iglesias conservadoras estuvieron dispuestos a complacerse con este acto de bondad; las restantes las enviaron a pagar en destino.

Es decir, que tanto los miembros de iglesias conservadoras como las liberales o católicas están dispuestos a ayudar a extraños, pero no muchos están dispuestos a gastar unos pocos céntimos en ello si se trata de conservadores.

En 1973 se llevó a cabo otro estudio por parte de los psicólogos de Princeton John Darley y C. Daniel Batson.

les pidieron a un grupo de ministros aprendices de una de las instituciones líderes del mundo en educación teológica que preparasen un sermón basado en la parábola de “El buen samaritano“. Según este famoso relato bíblico, un grupo de ladrones golpea a un hombre y lo deja abandonado, tirado en la calle. Varios sacerdotes se cruzan con el hombre, pero siguen su camino. Finalmente, un buen samaritano se aparta de su camino para ayudarlo y la parábola finaliza instando a los otros a que ayuden a quien lo necesita. Después de haber preparado sus homilías, se les informó a los ministros aprendices de que los sermones serían filmados en otro edificio; se les indicó cómo llegar y fueron enviados allí. Sin que ellos lo supieran, cada paso que daban era observado en secreto por los investigadores.

¿Y qué descubrieron al fisgonear en el comportamiento de estos iconos de la recta moral? Los investigadores introdujeron a un actor en el camino de los participantes, que daba muestras de necesitar ayuda: se acurrucaba en un portal con la cabeza vencida y los ojos cerrados

Hemos de recordar que los participantes tenían cierta prisa, así que sus reacciones fueron naturales y no especialmente compasivas, a pesar de su condición:

A medida que pasaban los participantes, el actor soltaba un bien ensayado gemido y dos toses. Los investigadores querían saber si los ministros principiantes practicarían lo que predicaban y ayudarían al hombre. A pesar de que estaban de camino a dar un sermón acerca de la importancia de ser buen samaritano, más de la mitad de los participantes pasaron de largo al lado del hombre. Algunos de ellos de hecho pasaron “por encima” de él. En una versión ligeramente modificada del estudio, los investigadores les dijeron a los ministros que debían llegar al otro edificio lo antes posible. Bajo estas circunstancias, el nivel de ayuda bajó a apenas el diez por ciento.

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